¡Qué solo te encontrabas por dentro!
A cambio... ¡Qué paz tenía tu alma!
Jamás pensante, ni por un momento,
que por alguien como yo, perdieras la calma.
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Tú, curtido y ganador en mil batallas,
por mí, y conmigo, abandonaste tu espada,
ahora te sientes huérfano, si no me hallas
y, ante eso, yo también estoy desarmada.
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La vida, esta vez, te cogió por sorpresa,
tu corazón..., créeme, no estaba preparado,
y no sabiendo qué hacer, le faltó destreza,
se volvió del revés, viéndose a este amor, abocado.
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Yo, todavía me pregunto: ¿Qué has ganado?
¡Has perdido tantas cosas que guardabas!
Has puesto los pies al borde del acantilado...
¿Serás capaz de superar todas las trabas?.
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Fontana