A ese amor que nunca fue mío,
que al atardecer, llamó a mi puerta,
a esos deseos que siempre he tenido,
por sentirme viva, y no muerta.
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A esos indefinidos buenos momentos
que permanecen intactos en mi retina,
a esos efímeros y olvidados lamentos,
dispersos en los ecos de una colina.
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A esa vida que pudo ser, y no ha sido,
llenándome de pensamientos y quimeras,
a esas horas, que no han transcurrido,
y en mi delirio..., te quise de veras.
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A esas letras, que por azar, no he leído,
pero, siguen recluidas en mi recuerdo,
a esa pasión, que en el corazón anido,
esa, que con fiereza..., la vida muerdo.
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Fontana