lunes, 26 de mayo de 2008

¡Nada queda de aquellos pétalos rojos!


Caminando por estos senderos
que nunca fueron de Dios
encontré un clavel entre abrojos,
al cortarlo, vi que de sus pétalos rojos
pidiendo consuelo salía una voz,
recuerdo sus gemidos plañideros;
lo acaricié, y entre besos sinceros
le di cobijo y borré sus enojos
¡Nunca tuvo más mimo una flor!
Un día, el tiempo lo tornó acaparador,
escurridizo, falsos eran sus ojos,
ya no brillaban como luceros,
desde entonces, todo a nuestro alrededor
se cuela por esos inmensos agujeros...
¡Nada queda de aquellos pétalos rojos!

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Fontana