Había un hombre maduro,
maduro pero sin par,
rompía el aire en susurro
cuando se hacía llegar.
Mataba con la mirada,
mirada de hombre cabal,
de amor hacía presas
a quienes lo osasen mirar.
Amor, tenía por nombre,
nombre dispuesto a amar,
el cielo era su espejo
su mundo la tierra y el mar.
Cegado de amor vivía,
vivía en pasión terrenal
y por las noches venía
a llorar junto al peñascal.
Lágrimas como lagos, caían,
caían en su mundo de bondad,
rodaban por sus mejillas
como lava sin piedad.
Amaba, y no lo quería,
quería soñar sin amar
pues, el amor que él sentía,
era un amor sin igual.
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Fontana