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Dime, Federico…
¿Por qué portaba tu mano
la flor que te dio muerte?
¡Qué mal te tentó la suerte
que no quiso verte de anciano!
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No te doblegó un mandato,
ni dejaste que el fusil te asustara
al medirte con otra vara
que de la manga se sacó el mojigato.
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Frente altiva, sin disfraz,
así viviste tus exiguas primaveras
rondando la vida entre acres acederas
y desoyendo al barrabás.
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Dime, Federico…
¿Por qué llegaste ayer de madrugada
cuando unos pocos no sabían escuchar
y por ley decidían matar
a las puertas de España y de Granada?
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Fontana
Vivir con el alma compungida
es no ver desde arriba la baliza,
llegar abajo como un suicida
y dejar que se esparza la ceniza.
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Fontana
Pasar la prueba de la vida
es robarle al vértigo una sonrisa
haciendo más larga la caída
para captar mejor la brisa.
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Fontana
Junto al mar
las olas salpican mis pensamientos,
al mar le entrego mis sentimientos
esperando la pleamar.
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Ensangrentados los pies
de caminar con el viento de frente,
con el alma blanca y transparente
sin engaño ni doblez.
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Rota, extenuada
empuño la daga del convencimiento
sin vesania ni resentimiento,
a la verdad, asomada.
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La impotencia
es más fuerte que mi fragilidad,
creí en la virtud de la sinceridad…
¡Soy toda ignorancia!
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Fontana
Miel que la lengua destila,
terrones de azúcar los labios,
pasión que la saliva hila,
vianda de necios y sabios.
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¡Ay, el beso!
El elixir que toda boca anhela,
ese, que a todos nos deja preso
y ninguna boca niega.
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Fontana
Todavía, dices, no has aprendido a saberme.
Entre manías, descansos y nocturnidades,
de tu lado, nunca he podido alejarme,
sabedores, somos, de nuestras beldades.
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Miedos sacuden nuestros cimientos,
incertidumbres ante futuros lejanos,
sabernos, nos sabemos sedientos
a la espera de que un día coincidan nuestras manos.
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Qué me das, y qué te he dado:
un abanico de tiernos y amorosos sentimientos
derramados sobre un teclado
envueltos entre puntos, comas y acentos.
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No te aflijas, mi bien, nos sabemos,
un día, aguas mansas, somos,
y al siguiente, cuando embravecen…, remos
para bogar a la grupa del amor, en su lomo.
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Fontana
Serpenteante transcurre el torrente
de mi vida, por el lecho de la tuya va,
un caminar que empezó siendo inocente
que fue tomando carrera en la pendiente,
y cual regato, nunca hacia atrás irá.
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En los meandros que tu ser describen,
entre curva y curva, me dejo mimar,
sólo en tu cauce mis aguas viven
pues, de tus riberas reciben
lo que ningún otro me supo dar.
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Fontana